sábado, 10 de noviembre de 2007

9 de Septiembre II parte

Una costumbre arraigada en el trekking (tardar de tres cuartos a una hora en preparar la comida), ha impedido que pudiéramos disfrutar del famoso plato tibetano que por 4 € nos llama desde la carta y resuena en mi cerebro...plato tibetano, plato tibetano... despierto de pronto y... me voy a tener que conformar con unos fideos chinos vegetales, que no son lo mismo pero llenan el estómago.
Al salir del lodge-restaurante, una mueca inequívoca se dibuja en la cara de Visé. Nuestro porteador no aparece por ningún lado, nosotros no nos preocupamos mucho al tener los mochilones así que, a tomar el sol mientras aparece.


Bim ha aparecido para tristeza de nuestros pies, trae ropa nueva. La verdad que a veces cuesta sobreponerse a la pereza que te hace sentarte en el solecito y no andar otros tantos kilómetros. Las vistas impresionantes y el viento del valle, nos animan a seguir. Nuestra próxima etapa será Marpha.
Conforme avanzamos con el aire del valle azotándonos, descubrimos a la derecha el Dhampus peak (6035m) con su glaciar colgado.

Poco a poco descendemos por el valle en el que tímidamente la vegetación se va acercando más y más al camino. El terreno parece menos áspero y el agua clara comienza a hacer su aparición por todos los lados en forma de arroyos y afluentes que tenemos que cruzar con mucha menos pericia que la que utilizan los lugareños que nos dejan boquiabiertos.
Los Chorten a las afueras de Marpha ya nos indican que estamos muy cerca.
Ante nosotros manzanos y campos de maíz que ven sus espigas bailar al son del aire fresco. Una sonrisa se dibuja en nuestra cara. Hemos llegado a Marpha.

Marpha es famoso, no sólo por su Chorten colgado en la pared o por sus calles empedradas bajo las cuales circula el agua, sino por sus manzanas deliciosas e innumerables tiendecitas donde te dicen:
- Sir, come in, just for look- y una vez entras no tienes salida debido al férreo regateo que gusta a la gente de la zona. De todos modos, con toda nuestra amabilidad, buscamos nuestro lodge y prometemos volver.
El nuestro se llama Snowleopard y nada más entrar envidiamos a un Nepalí fibrado con pinta de escalador que empaqueta unos bultos y nos cuenta que se marchan al día siguiente hacia el Daulaghiri. Desde la habitación se ve el pueblo, hay agua caliente y hace buena temperatura.

Después de asearnos un poquito visitamos el Monasterio Budista desde donde salen cánticos que resuenan por las escaleras. Vamos a tener suerte.


El ambiente es místico, los monjes recitan sus oraciones y nos trasportamos por un momento a un instante muy relajante.

Hoy toca descansar. Mañana la etapa seguramente se alargará por los desprendimientos.